“Casi como un mapa dentro de otro mapa”

(a.m.) Propongo este artículo de Matías Dalla Fontana escrito para el diario El Litoral, distribuido principalmente en la ciudad de Santa Fe y su gran provincia, de donde también es originario el autor. Dalla Fontana es un ex integrante de la selección argentina de rugby Los Pumas que luego decidió dedicar su profesión de psicólogo al mundo de las adicciones, las drogas en primer lugar. El debut parte de un recuerdo: «Cuando en el Colegio Arquidiocesano San José, en la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz, finalizando la década de los noventa estudiábamos “El sentido religioso”, de Giussani». En aquel entonces, escribe Dalla Fontana, «estaba vedado en algún grado a nosotros, a la conciencia individual de adolescentes que éramos, la significación profunda y a la vez tangiblemente en curso, que estaba teniendo para la cultura política Argentina el gangrenoso avance de eso que Alberto Methol Ferré denominó ateísmo hedonista de masas». A continuación, se presentan diversas consideraciones, que filtran la lectura de Tierra prometida con la experiencia personal de Dalla Fontana en los años considerados por el libro.

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La formación y la arcilla de la historia: sobre un libro de Alver Metalli

A propósito de “Tierra prometida”.

(Por Matías Dalla Fontana) Alver Metalli excede la categoría de periodista y ensayista prolífico, es un viajero. Viaja en los países y viaja en el tiempo de la vida de los países. A su último libro, “Tierra prometida” (Editoril Biblos, 2023), está referida esta columna, la cual no pretende conformar una reseña especializada. Esta columna es, en el mejor de los casos, la descripción de los reflejos más o menos lúcidos que han podido ser auscultados en mi experiencia de educación y de formación, desde mi escuela secundaria. Un intento escrito de ordenar cómo estas reminiscencias se revelan, con la inmediatez propia de un darse cuenta y se develan hoy enmarcadas en muchos de los procesos más amplios y profundos que Alver relata de la historia europea e iberoamericana.

Casi como un mapa dentro de otro mapa. El mapa fragmentario y local del adolescente leyendo un libro de Luigi Giussani en los años noventa, dentro del mapa continental de la influencia tremenda del cruce de realidades entre figuras prominentes del pensamiento y la política argentina y europea. Según Hans Georg Gadamer “el jugador sabe muy bien lo que es el juego, y que lo que hace ‘no es más que juego’; lo que no sabe es que lo ‘sabe’”. Esta condición se traslada, universal, a toda experiencia histórica concreta singular.

Cuando en el Colegio Arquidiocesano San José, en la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz, finalizando la década de los noventa estudiábamos “El sentido religioso”, de Giussani, estaba vedado en algún grado a nosotros, a la conciencia individual de adolescentes que éramos, la significación profunda y a la vez tangiblemente en curso, que estaba teniendo para la cultura política Argentina el gangrenoso avance de eso que Alberto Methol Ferré denominó ateísmo hedonista de masas. Y todos jugábamos el movimiento general del juego, con distintos grados de noticia, que en modo alguno son asimilables unos y otros.

Algunos conducían lucrativamente el show, al tiempo que la política, eso que los pueblos hacen consigo mismos, ingresaba en ese marco epocal a una literal reducción de su campo de participación a la esfera de los partidos y a una reclusión de su accionar a la idea de gestión estatal. Una atrofia y una reducción de su autocomprensión. La reclusión del orden político natural al edificio del estado y del partidismo que hoy funda la sensación de ajenamiento de la democracia respecto de las comunidades y naciones. Esto es: se achicaba y se distanciaba. El conflicto y el deterioro se han agudizado, pero esencialmente estas condiciones no han cambiado. Lo verdaderamente político, aquellos mundos de la vida que algunos recluyen a la denominación de “Lo social”, está enfrente, pulsando.

Mientras, desde aquellos años hasta hoy, cual resultante de piedras arrojadas a un lago por distintos protagonistas que acaso desconocían su simultaneidad, círculos de oleadas expansivas de pensar y de hacer se entrecruzaban, colisionaban, o se ignoraban unas a otras. Malvinas. La noche oscura de las dictaduras en Sudamérica. Las elecciones de los papas. Anécdotas de estudiantes y monjas itinerantes. Casi todo está en “Tierra prometida”.

Ocurría también simultáneo con consecuencias aún indetenibles, vigentes, la diseminación y la continuidad de procesos de formación, alentados por quien fuera quizás el formador de cuadros argentino de mayor trascendencia en la historia política nacional, Alejandro Álvarez. Integrantes de su organización se encontrarían con los germinales protagonistas del movimiento Comunión y Liberación en Italia. La medida de sus efectos sinérgicos permanece insondable. Por entonces una política de procesos raquíticos caminaba, como Benjamín Otálora, con el pecho inflado en su materialidad opulenta, en su libidinosidad, a su gradual crisis de representación, cosa que se extremaría con la instalación de grietas estériles.

Albores de otra política se anunciaban, aquella que el Papa Francisco convoca hoy a valorizar en Fratelli Tutti: “los procesos efectivos de una paz duradera son ante todo transformaciones artesanales obradas por los pueblos”. Luigi Giussani, Alberto Methol Ferré, Jorge Bergoglio, Alejandro Álvarez, serían tal vez testigos prístinos y superiores -por cierta indescriptible unidad de destino-, más que nosotros, de ciertos senderos de fe, historia y política, que se bifurcan, pero se entreveran, que comparten postas en el costado del camino del tiempo y los países, que nos trajo al siglo XXI. Alver Metalli da cuenta con detallismo de relojero de estos avatares.

Para los humanos, la experiencia del “darse cuenta” tiene la estructura del a posteriori, de la retroactividad. Ahí es cuando podemos entrever, en una vivencia, en la trama de los sucesos, los enlaces de la historia, las personas, los lugares. Cualquier drama que nos anega en lo personal, visto en proporción de la historia amplia, se tiñe de esperanza. En la línea de lo que Giussani designa como el acontecimiento. Sencillamente Alver para los amigos, se aventuró hace algunos años a convivir la pandemia con los más pobres de los pobres, los descartados, en la parroquia San Juan Bosco, en Villa La Carcova, junto al principal referente de los curas villeros en la Argentina, el padre Pepe Di Paola. Ahí nos conocimos. “Tierra Prometida: Historia de una Historia”, acaba de ser publicado. Tal vez para facilitarnos a muchos un camino para comprender hechos que meramente vivenciábamos, pero no siempre entendíamos. Para ayudarnos a hilvanar las corrientes de amistad que los enlazan en el juego, entre Europa e Iberoamérica, en el movimiento general que somos y señalarnos las series de significación que nos concatenan con los años que pueden venir.

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