Sesenta kilómetros de Avemarías

(Alver Metalli) Se acaba de realizar la peregrinación al santuario de Nuestra Señora de Luján, la primera después de la pandemia. Las fotografías de Marcelo Pascual que acompañan estas líneas ofrecen apenas un indicio de la 48ª edición. Antes de cualquier otra consideración, hay que decir que resulta impresionante ver a cientos de miles de personas, en su mayoría jóvenes, que caminan hasta el agotamiento físico solo inspirados por la fe. Hasta qué punto ésta es consciente, hasta qué punto tiene incidencia en su vida, sólo Dios lo sabe. Muchos de ellos no podrán llegar, y de hecho se han sentado al borde del camino; otros llegarán a la explanada de la basílica más famosa de los argentinos habiendo entregado todo, hasta la última gota de energía.

También resulta impresionante ver caminar a todo tipo de personas, jóvenes que asisten de vez en cuando a la parroquia, grupos juveniles organizados por las respectivas asociaciones, jóvenes pertenecientes a movimientos y otros en situación de marginación, probablemente con un pasado y un presente no precisamente impecables. También hay personas con evidentes problemas de salud y muchos solitarios que salen a la calle sin ninguna infraestructura de apoyo, o grupos de amigos que frecuentan más los bares que los ambientes religiosos. Están los jóvenes de los Hogares de Cristo, que este año han desplegado cientos de pancartas por el camino para alentar a sus semejantes a intentar el paso del mar muerto de la drogadicción. No me extrañaría que entre la multitud de caminantes también hubiera no creyentes que quieren medir sus fuerzas con sesenta kilómetros de exigente camino. Y tampoco faltan personas con muletas e incluso sillas de ruedas cuyos ocupantes sufren algún tipo de parálisis y las empujan con la fuerza de sus brazos.

La peregrinación por excelencia de los argentinos, a la que Bergoglio dio un fuerte impulso durante los años en que fue arzobispo de Buenos Aires, está formada por todo tipo de gente. Todos caminan hacia una meta que sienten como un consuelo para su vida.